Firmamento, de La Veronal. Idea y dirección artística de Marcos Morau (Teatre Principal)  | por Francisca Pageo

El universo de la infancia y la adolescencia es un universo de extravagancias. Donde lo inocente y lo abyecto tienen lugar. No es digno de extrañar que la adolescencia de Marcos Morau estuviera marcada por la tecnología, por el manga, por un mundo donde todo puede ser posible. Donde somos espectadores y a su vez protagonistas de nuestra historia. Si soñamos, cuando soñamos, el vuelo puede tener un lugar. Este lugar procede del espacio y va dirigido al espacio. El firmamento se transforma así en una virtud de lo que nos mueve y nos encomienda al movimiento del cuerpo, del espacio en el escenario. Así esta obra y pieza de arte nos conmueve desde las entrañas, desde ese fondo nuestro y del universo donde todo puede ser posible. Quien sabe si una Francisca paralela aún no se ha movido del asiento desde que terminó la obra, pues te deja pegada a él, con una insistencia uniforme y profunda.

Carmina S. Belda y Pablo Gisbert se congenian con Morau de una manera intensa, elocuente, digna de ser estudiada en los libros de historia. Pues de eso trata esta obra, de la historia de nuestras vidas, de esa parte de ella que nos ha empujado a ser como somos. El cine, la música, los videojuegos, la ciencia ficción: todo aquí confluye y se nutren unos de otros. Lo que esta obra provoca un reflejo de lo que fue una época, pero también es la nostalgia de un pasado y la esperanza de un futuro.

Coincidir al tiempo de poder ver representada Firmamento, es coincidir con la vida que nos ha tocado vivir y cómo las experiencias nos cambian y van cambiando. Algo ha tocado en mí esta obra, algo se ha transformado. Por una parte, me ha paralizado, por otra ha pulsado el botón de encendido en mí y mi mente se ha puesto a divagar, a pensar en ese lugar donde los mundos propios cuentan historias. La que nos cuenta La Veronal es la historia de su director, pero también se entreteje con la de una generación en la que las artes eran nuestro motor. Lo teníamos todo a nuestra disposición, hasta podíamos alcanzar las estrellas e ir a otros lugares si nos lo proponiamos, sin salir de casa, solos en nuestra cama.

El mundo cambia y la gente cambia y la vida sigue y nosotros con ella. No podemos controlar nuestros cuerpos, ellos se mueven y también cambian. Como cambian los movimientos de estas coreografías dadas. Unas coreografías que se mueven entre lo real y lo virtual, entre lo rítmico y lo robótico, entre lo natural y lo no-articulado. Crecer no es algo fácil y esta obra tampoco lo es. Firmamento es compleja, llena de matices allá donde miremos, donde la búsqueda de un yo, de un algo que nos haga sentirnos llenos y satisfechos se hace principal. Buscar en el pasado es encontrar el futuro y anclarse en el presente, así son estas coreografías de la nostalgia y de tiempos venideros. Buscamos en la danza un camino a seguir, en el que solo queda el movimiento, solo queda el baile y el próximo paso a dar. No me cabe duda que La Veronal ha hecho una obra no solo sobre lo íntimo de su director, sino de los hitos que marcarían a una generación, la de los 80. La de los que crecimos pensando que el universo alcanzable lo tocaríamos con las manos. Y, en efecto, La Veronal la han tocado con ellas, con sus manos danzantes que se mueven y mueven en el espacio que habitamos, el de ahora, el de antes, el de después.


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